Hoy, tal y como les anunció ayer
Santiago, les presento una crónica gastronómica que os puede servir
también como receta o consejos para las hambrientas noches de su
piso de estudiante.
Y es que los tuppers como concepto
alimenticio están claramente devaluados. Más mal que bien, todos
somos capaces de sobrevivir en la jungla universitaria gracias al sr.
Juan Roig, presidente de Mercadona y por tanto impulsor de la
universalización de la marca Hacendado y a otros pioneros en la
comida preparada barata y de una calidad más que aceptable. Sin
embargo, más tiempo tienen los tuppers, preparados con más cariño
al menos y que, estando congelados, pueden durar un cuatrimestre,
como aquel tupper de arroz con hígado que metí en el fondo del
congelador cuando llegué a Granada en septiembre y que sólo gastaré
en caso de catástrofe nuclear.
Para una exquisita degustación de un
tupper, se recomienda que la noche anterior se meta en la nevera,
para la posterior puesta en un plato antes de ir a la facultad por
aquello de que la temperatura de la comida envasada ascienda de
manera gradual y no se rompa la cadena del frío de manera abrupta,
lo que hace perder el sabor, principalmente a los potajes y pucheros,
la comida preparada más preciada por los paladares que llevan más
años fuera de casa.
Otra comida también muy valorada son
las croquetas. La autoría de este plato siempre viene indicado, pues
no son simplemente croquetas, sino “las croquetas de mi abuela”,
o “las croquetas de mi madre”, como claro ejemplo de que desde
las cuevas de Altamira los artistas han querido plasmar su nombre en
su obra.
El mayor problema de este tipo de
alimento no está en el sabor ni en la facilidad para prepararlo,
sino en la logística y el almacenamiento, pues las madres quieren
proveernos de más tuppers que comidas vamos a realizar hasta la
próxima vuelta a casa, lo que deriva en la falta de espacio en el
pequeño congelador de tu piso y en que en estos días tengas que
comer tanto como en nochevieja si no quieres tirar nada.
Y claro, la
diferencia de intereses da lugar a situaciones como ésta, que pueden
llegar a descomponer familias: Mi madre iba metiendo en la nevera el
63º tupper. Como no conseguía convencerla, le dije que me llevaría
esos 63 tuppers pero sólo porque no podré llevármelos cuando esté
en el extranjero. Metió otro tupper más y desde entonces no me
dirige la palabra.
Mario Goti