¿Habéis pensado ya lo que vais a
regalarme? Bueno, realmente no me conocéis de nada y os pediría el ticket para poder devolverlo.
Sed sinceros; los regalos que mejor
sientan son los que te regalas a ti misma, y mucho más si calmas con
chocolate a la vocecilla que te acusa de egoísta.
Deberíamos tener un muñeco-copia para
que puedan regalarte ropa que te siente bien. Y es que si la persona
que se prueba tu ropa antes de comprarla está más delgada que tú
(...la muy...), te verás obligada a descambiarla por otra tallita
más. ¿Os habéis fijado? Qué eufemismiador es el ser humano: “Una
tallita más me quedaría mejor” cuando ese pantalón te
corta la circulación hasta hacerte decir lo de “No siento las
piernas”. Sin embargo, decimos “Esto me está MUY ANCHO, buscaré
una TAAALLAA más pequeña.
Y luego está el novio de tu hermana
mayor, que para dárselas de inteligente y por intentar caer bien te
regala un libro. Pero si eres militar, qué intentas aparentar...
Para tener el valor suficiente como para regalar un libro/disco de
música/película deberías tener la confianza suficiente con una
persona como para abrir la nevera de su casa. La confianza o la falta
absoluta de vergüenza y respeto. Porque una prenda, si no te gusta,
siempre puedes hacerla trapo, pero con un libro no puedes hacer nada,
salvo, claro está, que tengas una cabra a la que alimentar.
Y si ya hay un tipo de regalo que me
enerva hasta decir basta son los útiles, porque hacían falta, como
una libreta de cuadros, un kg de patatas, gel de baño o un recambio
para el inhalador, y es que si tanta falta te hacía, esperar a enero
es arriesgarse a que te pille la subida del gas, la luz y el agua
propia de estas fechas.
Aunque, aún peores son los fallidos, y
es que el dios élfico Frey creó los tickets, las devoluciones y a
la UCO para poner paz en la tierra. Imaginen que no hubieran podido
descambiar el jersey de punto marrón con un reno verde, o el tubo de
pintura A-3578 azul cielo claro que le regalaron en lugar del A-3576
que pidió.
Entonces las Navidades serían unas
fiestas en las que se discute, las reuniones familiares estarían
cargadas de tensión y los más nostálgicos se entristecerían
pensando en los que ya no están... y todos sabemos que no es así.
Ana Ramos.
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