Como odio esas fantásticas reuniones
familiares. Si algo de verdad es bonito es poder sentarte con tus
tíos, primos, sobrinos y cuñados y echar una partida a las cartas,
al bingo, al Trivial o a la ruleta rusa.
En las familias decentes, la tradición
de reunirse para actos típicos como el bautizo de un recién nacido
de nombre compuesto (e incluido en el santoral, por supuesto) o la
regata anual de verano compitiendo con el Bribón (que ya nos ha
robado algún título) suele ser siempre el momento que escogen los
servicios de inteligencia para arrestar a los mayores narcos. También
solemos ir a misa, que es el momento ideal en el que salir de la
iglesia, con minúscula para hacer como la Iglesia y entrar en un
buen Bar, con mayúscula, a beber, con b.
Aunque unas usen la botella de anís
para tocar villancicos, o contraten a Julio Iglesias para amenizar
las fiestas y cantar con él a coro, nunca nadie arruinará tan
estrepitosamente tales típicas canciones incluso mucho antes de
haberse dado al champán.
Sí es cierto que la familia no se
elige, que a cada uno le toca una, y anda que íbamos a escoger a la
nuestra si nos permitieran escoger, pero Dios inventó a la familia
política como método para que no le eches la bronca a él si no te
gusta tu familia postiza. Ah... haber escogido bien o haber pedido
truco.
He escuchado por ahí que hay familias
entran en estado de excepción cuando descubren el pastel de la
herencia que dejó la abuela repostera. La postrera voluntad de la
señora crea más revuelo que los estigmas que le salían en las
manos y las marcas con el pentagrama que salieron en su mesita de
noche. Y todo para lo que la pobre pudo dejar. En mi familia, gracias
a que nuestros antepasados acumularon títulos suficientes como para
repartir equitativamente y de forma más que suficiente a cada uno de
los 8 descendientes de cada pareja, no existen tales disputas.
Aunque está claro que hay distintos
tipos de familia, y que unas son más nobles y tradicionales que
otras, las modernas tampoco serán muy diferentes de estas. Y si es
así, adóptenme.
José Mª Sánchez-Werssminer Pérez
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