¡Cómo disfruto con que se sigan
celebrando las tradiciones navideñas! A cuál peor... Son las
pequeñas cosas las que consiguen reunirnos en torno a la candela,
porque hay que ver a quién se le ocurrió poner Navidad en estas
fechas, con lo a gusto que estaríamos en verano. ¿Cómo olvidarse
de las fiestas? Las zambombadas llenan de alegría y alboroto las
otrora mustias calles del pueblo. Las zambombas pasan de mano en mano
y los vecinos las tocan acompañando así a las panderetas. No sólo
es lo entrañable de cantar esas bellas canciones y villancicos de
escritos en un idioma anterior a la domesticación del perro, sino
que el turrón y el mazapán torna las voces en bellos instrumentos
portadores de la vergüenza ajena, los dolores de cabeza y el
alcoholismo necesario para olvidar tales alaridos. Las buenas
acciones abundan, y es que gala tras gala benéfica se siguen
recaudando importantes cantidades de dinero. Los futbolistas de
primer nivel, quienes en otras fechan amenazan con huelgas o con irse
a otras ligas si le suben el porcentaje del sueldo que va a parar a
Hacienda, juegan partidos benéficos en favor de países
desfavorecidos y causas tan nobles como el deporte que practican.
Siempre otros tiempos pasados fueron
mejores, bueno, menos cuando no. ¿Quién ha quitado a Raphael del
especial de RTVE? Podrían haber aprovechado este año que coincide
con el 50 aniversario del primer especial de navidad de RTVE de
Raphael, titulado “Especial de Navidad de Raphael en TVE Raphael,
50 años de éxitos”. Al menos
nos queda Anne Igartiburu y José Mota amenizando la Nochevieja. Para
darle emoción será... porque la verdadera tradición es gritar con
la tele encendida para hacer ruido, sinónimo en muchas culturas de
diversión. Los operarios de las obras ponen cara de disgusto
únicamente para aparentar, pero con el martillo pilón se lo pasan
estupendamente.
Aunque, sin lugar a dudas, la pérdida
de la tradición del aguinaldo ha sido un duro golpe para los que nos
gustaría seguir pidiendo casa por casa “la voluntad”. Y mucho
más viviendo en Los Remedios, donde mi padre nos contaba a mí y a
mis 6 hermanos que las propinas por aquella época no bajaban de las
50 ptas. Así lograría entrar en la casa de esos richachones y
redistribuir la riqueza, ya que una vez intenté okupar mi propia
habitación, pero cuando me volvía la personalidad ultraconservadora
me rendía a las autoridades, dificultando severamente el proceso de
colectivización de la propiedad.
José Mª Sánchez-Werssminer Pérez
sta interesante esto, pro kreo k iría mjor a modo novela si tuviera un argumento bcit0os
ResponderEliminarNo te digo que no, pero bastante me cuesta ya centrarme en un tema en textos tan cortos, como para escribir una novela. Además, esto me lleva un rato, para la novela no tendría tiempo.
ResponderEliminar