La OMS lleva dos años celosa del FMI.
Nadie le echa cuenta y la pobre tenía ganas de meter miedo. Atrás
quedaron el hombre del saco, Freddy Krueger o el Cobrador del Frac,
ahora los que verdaderamente asustan son los señores con corbatas
que dan noticias y aún más si éstas incluyes porcentajes,
previsiones o incluyen la palabra 'Grecia'. La OMS ya se inventó la
gripe A, y ahora arremete contra una bacteria que, si bien es real,
tachar de perjudicial su influencia es aberrante a la par que
berreante.
Se trata de la bacillus puntillitae,
que parece ser que tras un tiempo en estado aletargado, va
resurgiendo y extendiéndose cual red de bazares chinos, provoca en
el afectado un refinado gusto por la pamplina bien desarrollada, la
crítica mordaz y la movilización frente a las injusticias sociales,
nunca sin la retranca oportuna.
Minutos después de la comparecencia de
este señor trajeado de la OMS, importantes medios conservadores se
han puesto manos a la obra
máquina de escribir presas del miedo a desarrollar la cura
infalible, es decir, una total desinformación y tergiversación de
la realidad, y lo que es más preocupante, haciéndola aún más
insulsa, descolorida y triste. Los mongolos de la Legión se
enfrentan a una legión de mongoles infectados por la bacteria
mencionada que, sin más patrón que San Abundio y sin más mártir
que Rowan Atkinson, buscan en Mongolia
o
El Jueves una
revista que sirva libro sagrado.
Nunca
ha habido en la sociedad esa sensación de que todo está tan perdido
que lo único que nos podemos permitir es reírnos solos, reírnos
con ganas, como manera de demostrar que nos lo tomamos todo muy en
serio y que todos los que llevan tiempo riéndose de nosotros van a
dejar de hacerlo. La OMS ve peligro en estas premisas, pero su
delegación en España se molestó por los guiñoles franceses, por
lo que su opinión puede no ser tomada en cuenta.
Las
productoras ven en los infectados por la bacillus
puntillitae personajes
con más gancho que los zombis, ya que no comen cerebros sino que
usan el suyo, algo que es igual de sorprendente que la existencia de
muertos vivientes.
Santiago
Ñ. Ñíguez
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