1 abr 2012

4x01 ¿Estamos enfermos o qué?


La OMS lleva dos años celosa del FMI. Nadie le echa cuenta y la pobre tenía ganas de meter miedo. Atrás quedaron el hombre del saco, Freddy Krueger o el Cobrador del Frac, ahora los que verdaderamente asustan son los señores con corbatas que dan noticias y aún más si éstas incluyes porcentajes, previsiones o incluyen la palabra 'Grecia'. La OMS ya se inventó la gripe A, y ahora arremete contra una bacteria que, si bien es real, tachar de perjudicial su influencia es aberrante a la par que berreante.
Se trata de la bacillus puntillitae, que parece ser que tras un tiempo en estado aletargado, va resurgiendo y extendiéndose cual red de bazares chinos, provoca en el afectado un refinado gusto por la pamplina bien desarrollada, la crítica mordaz y la movilización frente a las injusticias sociales, nunca sin la retranca oportuna.
Minutos después de la comparecencia de este señor trajeado de la OMS, importantes medios conservadores se han puesto manos a la obra máquina de escribir presas del miedo a desarrollar la cura infalible, es decir, una total desinformación y tergiversación de la realidad, y lo que es más preocupante, haciéndola aún más insulsa, descolorida y triste. Los mongolos de la Legión se enfrentan a una legión de mongoles infectados por la bacteria mencionada que, sin más patrón que San Abundio y sin más mártir que Rowan Atkinson, buscan en Mongolia o El Jueves una revista que sirva libro sagrado.
Nunca ha habido en la sociedad esa sensación de que todo está tan perdido que lo único que nos podemos permitir es reírnos solos, reírnos con ganas, como manera de demostrar que nos lo tomamos todo muy en serio y que todos los que llevan tiempo riéndose de nosotros van a dejar de hacerlo. La OMS ve peligro en estas premisas, pero su delegación en España se molestó por los guiñoles franceses, por lo que su opinión puede no ser tomada en cuenta.
Las productoras ven en los infectados por la bacillus puntillitae personajes con más gancho que los zombis, ya que no comen cerebros sino que usan el suyo, algo que es igual de sorprendente que la existencia de muertos vivientes.

Santiago Ñ. Ñíguez

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