25 dic 2011

3x03 Para cenar como un Rey, de bastos.


Los fabricantes de sal de frutas hacen su agosto en diciembre. Y los fabricantes de grúas para levantar a personas de sofás también. Y los de desatascadores para intestinos también.
El ser humano se vuelve absurdamente optimista durante estas fechas. Creemos que alojamos una puerta hacia la cuarta dimensión en nuestro estómago, y que en el caso de chirríen las bisagras, basta con echarle un poco más de vino, para después sujetar la puerta con una cuña de turrón. Si habéis cortado alguna vez turrón del duro sabréis que es así como se fabrica el serrín. Durante estas semanas los dietistas pasan a vestirse de Papá Noel o cartero Real, para reclamar un poco de atención de la que la gula les priva.
No porque esta entrada esté dirigida hacia temas culinarios podemos dejar de hablar del Discurso del Rey, gran película interpretada por Colin Firth y a la que Juan Carlos I ayer no le hizo ningún tipo de guiño. Podía haber ganado puntos con un toque de humor campechano. Al que sí que trinchó bien fue a su yerno. Siendo amables podríamos decir que lo despiezó para congelarlo y enviarlo a Washington en una nevera con paneles. Debería saber su majestad que no por estar lejos la comida podrida deja de oler.
Pero volviendo al tema central, hay que destacar la buena voluntad de todo aquel que cocina para sorprender, deslumbrar y hartar a sus familiares o amigos. A ver para qué. Recientes estudios de la UGR demuestran que tras las dos horas comiendo aperitivos sin parar, el paladar humano se insensibiliza y es el puro acto mecánico de llevar el cubierto a la boca el que nos hace seguir comiendo. El acto mecánico y el hecho de que mientras estamos con la boca llena tenemos excusa para no hablar con nuestros yernos, cuñados, primos y tíos de esos que no nos caen bien que todos tenemos. Puede ser simplemente para prepararnos para disimular el hartazgo provocado por las preguntas “¿Y los estudios cómo te van? ¿Vas a buscarte un trabajito mientras? ¿Aún no tienes novia?” cuando lo que en realidad quieren decir es “El tontolaba este no podría hacer otra cosa que no fuera periodismo, más vale que vaya echando currículos en pizzerías y si no encuentra novia ahora que tiene edad en la que las chicas se emborrachan, no lo hará nunca”.
Y es que en las comidas se respira más falsedad que la que desprende el caviar Hacendado de los canapés rellenos con lonchas transparentes de salmón congelado y otra cosa que nadie sabe que es. Canapés por cierto que todos prueban esperando saborear un manjar, y que provocan una decepción sólo comparable al abrir el regalo de tu amigo invisible.
¿Os hace unas pizzas y cervezas? Os invito, que me tocó vuestro nombre.

Mario Goti.

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